El jardín eterno de Monsieur Redon
( Ilustración de Odilon Redon para Las flores del mal de Baudelaire. 1890)
Al librarse de los siniestros demonios que lo atormentaban este notable pintor francés dio nuevo giro a su obra para legar al mundo un tesoro de extraordinaria belleza
Odilón Redon, quien las pinto hacia las postrimerias de su carrera artistica Antes de ello, aunque parezca mentira Redon se había especializado en pintura de diversos géneros
de duendes, demonios, monstruos y gigantes.
Por que dejo Redon de producir un arte siniestro y aun macabro y comenzó a pintar estas telas de alegres flores, sigue siendo, incluso en nuestros días, un misterio inexplicable del genio artístico. Aquel cambio fue tan sorprendente como si Rembrandt hubiera puesto de lado sus retratos llenos de sombras para dedicarse a pintar paisajes inundados de luz de sol.
La historia de la vida de Redon, sin embargo, nos ofrece un indicio. El artista nació en Burdeos (Francia), el 20 de abril de 1840. No se sintió nunca muy unido a sus padres, y se crió en Peyrélebade, solitaria finca rural del siglo XVI propiedad de un tío suyo, situada no lejos de Burdeos. Allí vivió rodeado de marismas, jardines abandonados, ruinosos muros de piedra y arboles retorcidos.
En su imaginacion, las grises nubes que corrían cn lo alto tomaban la forma de terribles gárgolas góticas. Desde temprana edad Redon mostró interés por el arte, y sus padres, tratando de sacar el mejor partido de esa inclinación, permitieron que Odilón estudiara bajo la guía de un pintor de Burdeos. Posteriormente lo alentaron a que estudiara arquitectura en la escuela de Bellas Artes de París, y por último lo inscribieron para que estudiase con León Géróme, pintor académico. Redon no se entendió con Géróme y regresó a Burdeos, donde un artista bohemio, Rodolphe Bresdin le enseñó el arte del grabado.
Odilón dedicó muchas horas a la lectura de sombríos simbolistas, como Baudelaire y Edgar Alian Poe. Y mientras sus contemporáneos, los impresionistas Monet y
Renoir, llenaban sus telas de claridad y aire puro y con el juego de la luz del sol, Redon abrazó un simbolismo sombrío y tétrico, y realizó lúgubres dibujos y grabados en los que mostraba una especial preferencia por los tonos negros del litógrafo.
Era tan patriota que es el único artista que nos viene a la memoria que viera con gozo la oportunidad de ir a la guerra. Al engancharse Redon en el Ejército francés, durante la guerra franco-prusiana de 1870-1871, los rigores de la lucha hicieron en él un efecto estimulante y sirvió con distinción, hasta que una fiebre persistente hizo necesario que se le licenciara por orden de los médicos.
Con el paso de los años, Redon alcanzó cierta fama. Los críticos y algunos artistas destinados a ganar mayor renombre, dieron en rendir homenaje al solitario pintor, cuyo desolado campo pictórico carecía de antecesores y de imitadores. Mas el negro presentimiento que Redon había reflejado en sus obras empezó a dejarse sentir en su vida misma. El artista y su esposa habían deseado ardientemente tener un hijo; su primogénito falleció a los pocos meses de nacido, tragedia ligeramente mitigada por el nacimiento de un segundo hijo, tres años más tarde. Uno de los amigos más queridos de Redon se ahogó ante él, cuando paseaba en bote por el Sena. Tras de prolongado y penoso litigio con la familia, en 1897 Redon perdió al fin la finca de Peyrélebade, fuente original de todas las góticas fantasías del artista.
Su situación económica llegó al peor extremo, y el pintor se vio obligado a escribirle a su madre que debía j recurrir a los hermanos más ricos! para que le proporcionaran ayuda, pues él no disponía de un solo céntimo. (Dato irónico es que en octubre de 1970, un cuadro de flores firmado por Redon se vendió en las galerías Sotheby de Londres por I 172.800 dólares: mucho más de lo que el artista ganó durante toda su vida.)
La pérdida de Peyrélebade que afectó profundamente al pintor, también obró en él el efecto de una catarsis. Esa pérdida resultó ser, según escribiría más adelante el hijo I de Redon, Ari, "una especie de liberación: el rompimiento con todo un pasado de dolor y de angustia, el de una época de embrujamiento. Entonces, habiendo recobrado la libertad, abrió las puertas de par en par a la luz y a la vida".
El gusto por el color, que durante tanto tiempo se había visto reprimido en Redon, se manifestó! gloriosamente en el artista, especialmente en cuadros de flores como no había visto el mundo hasta entonces. "Son evocaciones de una milagrosa belleza, más allá de toda pintura representativa", escribió hace poco el historiador artístico Klaus \ Berger. "Ya no se trata de objetos ordinarios sino que aparecen dota dos de mágico encanto. Los vemos como si no los hubiéramos percibido jamás con anterioridad y aquí se nos revela en su esencia convertidos en colores, fromas, ordenes, organismos.
Cierta melancolia habia impregnado siempre el taller de Redon. Pero ahora escribia su hijo, "Las paredes de su estudio se hallan cubiertas de pinturas de flores, al oleo y al pastel; la espaciosa habitacion enjalbergada se ha convertido en un verdadero invernaculo, lleno de lujuriante vegetacion". Odilon Redon nos lego un jardin que no se marchitaria jamas.
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