lunes, 9 de junio de 2008

Apollinaire, Guillaume - Las once mil vergas

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Sobre la historia de “Las once mil vergas”
Esta es la primera obra que publicó Guillaume Apollinaire. Y siendo éste un personaje
esencialmente contradictorio, no podía faltar la contradicción ya desde el comienzo. Pues,
oficialmente, Las once mil vergas no es de Apollinaire. Oficialmente es una obra anónima. La
primera edición data de 1907. Apareció sin ninguna indicación de editor y de forma
clandestina. Sin someterse a ningún trámite previo de censura ni de inscripción en registro
alguno. La distribución y la venta se realizaron también bajo cuerda. El deseo de evitar
cualquier persecución por obscenidad hizo que esta gigantesca parodia apareciera firmada
simplemente por un tal G. A. La segunda edición –1911– tiene las mismas características
formales. No puedo afirmar con absoluta seguridad que estas dos ediciones corrieran a cargo
del mismo Apollinaire, aunque es lo más verosímil, teniendo en cuenta todo el trabajo de
reediciones –legales algunas, clandestinas otras– de libros eróticos realizado por el poeta.
A pesar del anonimato, ya desde su aparición esta obra fue atribuida al poeta. ¿Qué razones
había para ello? Las declaraciones de sus amigos. Picasso, Dalize, Braque, Jacob, Salmón,
Bretón, Eluard, Aragón, entre otros, han afirmado la paternidad de Apollinaire respecto a Las
once mil vergas. Mac Orlan poseía un ejemplar de la primera edición con una dedicatoria del
autor. En los círculos culturales de vanguardia del París de principios de siglo la personalidad
del autor de Las once mil vergas era un secreto a voces.
Pero hasta 1924, seis años después de la muerte del poeta, este multitudinario secreto no se
desvela en letra impresa. En el número de enero-febrero de 1924 la revista “Images de Paris”,
número especial dedicado a Apollinaire, aparece un artículo de Florent Fels nombrando con
todas sus letras al autor de Las once mil vergas y una bibliografía de Elie Richard,
contabilizando este libro entre los escritos de Apollinaire. En 1930 aparece una reedición de la
obra que ya incorpora el nombre del autor. A partir de entonces, si bien las reediciones no se
han prodigado, siempre han llevado la indicación completa de la personalidad del autor.

Advertencia previa

Del mismo modo que El Quijote no debe contarse entre los libros de caballerías, Las once
mil vergas –la obra maestra de Apollinaire, según Pablo Picasso y otros contemporáneos– no
debe ser tomada por una novela pornográfica (si este adjetivo tiene alguna significación
precisa). La ausencia de metafísica, seriedad y trascendencia, que impregnan la pornografía de consumo, hace de ésta una obra completamente diferente, terriblemente humorística y
sarcásticamente corrosiva. Louis Aragón ya lo advertía en su no firmado prólogo a la edición
de 1930: “Permitidme haceros notar que esto no es serio”.



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