EL POEMA DE HIERRO
Dame un poema de hierro que restalle sobre las
vacías cabezas
y una mano firme en la muesca de la antorcha,
un poema de sangre y de huesos impacientes
y la pluma de carne firmando sentencias
en las culposas mentes de los jinetes locos;
que convierta en sal a los cobardes, un poema de
hierro
oxidado y torvo pateando en el estanque a
medianoche,
cuando ni los muertos sueñan con la aurora.
Un martillo de palabras para dejar al mundo con las
cuencas vacías,
rabioso ademán, piedra encendida en la boca de los
que duermen
mientras el agua sube en el Gran Cuarto Esférico;
un puñetazo en el sexo de la muchacha arrodillada,
idiota, paciente humanidad,
que no ve, que no oye,
sólo conversa con las cenizas de sus dioses muertos.
POEMA AL ORO
El oro cubre
la ciudad de los antiguos.
Oro en la escama de la serpiente
y en el pico del ave,
oro en la torre y en los ojos del vigía.
Tiernamente buscamos
al hombre en su trabajo,
sus costumbres de vida y de sueños;
más tiernamente aún
aparece un dios
que sin oro sobre la cabeza
habla con el pájaro de la mañana.
En esa amistad,
canto del alba y de la sangre,
descubrimos
las visiones de una raza;
lo que liga y prende,
aquello que hace el amor con la piedra
y es cuerda tirada a la memoria.
Un alto mar religa.
El hombre, el oro y la voz del pájaro
son un solo y misterioso corazón.
De plata
De plata sueña el mar,
bajo la luz esquiva de la tarde.
Navegando sin rumbo, lentamente,
en jirones de niebla vuela el viento.
No hay nada más allá, ningún camino,
nada en el horizonte transparente.
Sólo esta soledad, este silencio
que insiste como un eco en repetirse.
Sólo esta luz que acecha en mis pupilas:
De plata, fría y dura ... siempre hiriente
Se escucha un rugido profundo
en la inmensidad del valle
despertando asustados
a todos sus habitantes
Despiertas con fuerza de tu sopor
rugiendo con rabia, ira y dolor
desde el fondo de tu corazón.
Escupes hacia el cielo
formando rojos destellos
envueltos en un manto negro
El viento aviva tu calor,
tus lágrimas de fuego son
se deslizan por el valle
inundándolo de horror.
Eres ardiente y hermoso
admirado a la distancia
mas tu cercanía
hace peligrar las vidas
El fuego baña tu cuerpo
la lava inunda tus laderas,
dejando un manto desolado
al paso de tu llanto.
Eres volcán... calor
bajo las purpuras solares
fuego que germina como azahares
Cual rubí, apreciando
esa belleza guardada
Eres Tú, admirado en la distancia.
Eres volcán... reflejo de fuego
Horror, desolación y tormento
cuando vacía
toda la fuerza que llevas dentro
Montañas del fin del mundo
Espesura de bosques entre rocas graníticas,
vagido de vientos caminando sin destino,
roca pulida, esculturas de miles de años,
aguaceros de nubes arrojándose al piso,
alturas inmortales desafiando cielos,
desafiando aves enfrentando al viento.
En la tormenta subo hasta la cima,
rumor de vientos, entre notas de flautas,
a lo lejos un piño perdido de cabras.
Desde lo alto, surco el cielo,
desde abajo un pez mira a los hombres,
mientras un ciervo bebe el agua del río que aún no se contamina.
Expansión de sentidos esperando la tarde,
quietud de silencios entre vientos heridos,
soledades de imperios que ya no existen,
soledades de indígenas que buscan sus ciudades aladas.
Poema El Lago de Javier del Granado
Sobre el terso cristal de malaquita
que aprisiona el soberbio panorama,
el carcaj de la aurora se derrama
y el bridón de los Andes se encabrita.
Su ala de nieve la leyenda agita,
muerde las islas una roja llama,
y de la ola el sonoro pentagrama
el hachazo del viento decapita.
Sofrena el sol su cuadriga en el Lago,
salpicando de lumbre los neveros,
y en el lomo de fuego del endriago.
Emergen de la bruma del pasado,
la sombra de los Incas y guerreros,
bajo el palio de un cielo constelado.
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