AIRES POBLANOS
Yo no sé qué gracias sugestionadoras
tienen estos pueblos de casitas blancas,
llenos de arboledas, llenos de barrancas
y muchachas frescas y madrugadoras ...
Quietos pueblecitos, donde la campana
de la vieja iglesia canta de alegría
cuando tras las cumbres de la serranía,
llena de rubores ríe la mañana ...
Yo no sé qué gracias llenas de candores
tienen estos pueblos plácidos y quietos
donde las abuelas duermen a sus nietos
dentro las hamacas de los corredores...
Dulces pueblecitos donde las cigarras
cantan en los claros días abrileños,
mientras a la lumbre de amorosos leños,
ritman sus tonadas trémulas guitarras.
Plácidos rincones donde la existencia
corre mansamente, como un agua pura;
donde hasta los vientos, plenos de frescura,
llevan en sus alas notas de inocencia...
Yo no sé qué encantos sugestionadores
tienen estos pueblos, blandos como un nido,
donde el dulce olvido, donde el dulce olvido,
pone un manto rosa sobre los dolores...
LA MAÑANITA
Entra en mi ventana
la luz de la aurora.
¡Qué linda está ahora
la rubia mañana!
Todo lo que abarco,
montes, lejanía,
lo encierra en su marco
la ventana mía.
Camino del río
van las bañadoras.
¡Qué lindas auroras
tiene mi bohío!
Entra con el rayo
de la luz temprana,
toda la galana
música de mayo;
¡música sin leyes,
celestiales trinos,
cánticos divinos
con mugir de bueyes!
Y con las inciertas
charlas de las brisas,
suena entre las huertas
¡cascabel de risas!
(Y entra en mi ventana
la luz de la aurora.
¡Qué linda está ahora
la rubia mañana...!)
Pues tu luz evita
mis melancolías,
ten muy buenos días,
rubia mañanita...
CON EL ALMA DESCALZA
¡La angustia despiadada
de presentir que todo ha sido vano...!
(Yo deshojé rosales con mi mano,
por tal de que su planta bienhadada
no se hiriera en la piedra...)
Yo me he quitado el alma y la he tendido
sobre un muro de olvido,
como un manto de hiedra...
Déjame que me enferme...
Por no turbar la calma, junto a ella
lo que sería sol, será una estrella...
Por no turbar su calma,
arroparé mi anhelo entre mi alma,
y él, será como un niño que se duerme...
Seré como una queja
que va descalza sobre alguna alfombra...
Seré como una sombra
que se aleja por seguir otra sombra ...
Ella tendrá alegría entre su boca...
Ella será una lira...
Y yo una suave mano que la toca,
y un viento que suspira...
¡Torre de flores que en mis parques se alza!
¡Corazón que entre rosas se ha dormido!
¡Con tal de no hacer ruido,
sobre las piedras mi alma irá descalza..
LOS POTROS
Ya se acercan los potros; raudamente precisa
el grupo sus contornos de estética salvaje;
entre el pálido rosa del lánguido paisaje
corren desenfrenados, a la par de la brisa.
Los potros ya se acercan: mas lo hacen tan aprisa,
que parece volaran sobre el quieto paraje;
desplázanse los cascos en fantástico viaje
atrás dejando chozas de silueta imprecisa. . .
Huracanadamente por los llanos nativos,
van devorando leguas los potros fugitivos,
por burlar los afanes de inútil seguimiento;
como una sombra alada pasan ante nosotros,
y los recios gañanes, en fuga tras los potros,
describen con los lazos rúbricas en el viento...
LOS OJOS DE LOS BUEYES
¡Los he visto tan tristes, que me cuesta pensar
cómo siendo tan tristes, nunca puedan llorar! ...
Y siempre son así: ya sea que la tarde
los bese con sus besos de suaves arreboles,
o que la noche clara los mire con sus soles,
o que la fronda alegre con su sombra los guardo. .
Ya ascendiendo la cuesta que lleva al caserío.
entre glaucas hileras de cafetos en flor...
o mirando las aguas de algún murmurador
arroyuelo que corre bajo un bosque sombrío.
¿Qué tendrán esos ojos que siempre están soñando
y siempre están abiertos?...
¡Siempre húmedos y vagos y sombríos e inciertos,
cual si siempre estuviesen en silencio implorando!
Una vez, en la senda de una gruta florida
yo vi un buey solitario que miraba los suelos
con insistencia larga, como si en sus anhelos
fuera buscando, ansioso, la libertad perdida ...
Y otra vez bajo un árbol y junto a la carreta
cargada de manojos, y más tarde en la hondura
de una limpia quebrada, y en la inmensa llanura,
y a la luz de un ocaso de púrpura y violeta
¡Siempre tristes y vagos los ojos de esos reyes
que ahora son esclavos! Yo no puedo pensar
cómo, siendo tan tristes, nunca puedan llorar
los ojos de los bueyes...
ACUARELA SALVAJE
Es el toro. Tan negro, que causa la impresión
de una bella escultura cincelada en carbón.
Sobre el repecho yergue su indómita arrogancia,
mientras todo un boscaje le rinde su fragancia...
Se oye una algarabía de urracas y de loros
en la tarde (princesa que se desmaya entre oros).
Entre policromías y entre bellezas tantas,
todo el bosque es murmullos, todo el bosque es gargantas...
En los bejucos saltan pájaros de áureas colas,
y la charca se amansa, dormida, entre corolas.
Sobre la flor que aroma, sueña la flor que vuela:
tal es la mariposa que está sobre la umbela.
El del repecho mueve de pronto su figura:
sus ojos son relámpagos en una noche oscura...
¿Algo espera? ¡Algo espera! Lo dice su mirada
que en lo negro fulgura como una llamarada
Ruido como de un trote se oye lejano, sordo ...
De los guayabos vuelan dos palomas y un tordo ...
Vuélvese el del repecho. Sobre el negro testuz,
pone un fulgor sangriento la moribunda luz.
Por fin, entre malezas tupidas y apretadas,
despuntan cuatro cuernos, que es decir cuatro espadas...
Avanza una pareja:
es un toro con manchas y una vaca bermeja...
El del repecho embiste con ímpetu salvaje.
Un gran fragor de cuernos emociona el paraje...
Cornadas por cornadas, bramidos por bramidos ...
Todo el bosque es silencio. Todo el bosque es oídos ...
No ceden hasta que uno dóblase en el repecho...
¡un gran clavel sangriento le condecora el pecho!
El negro toro yergue su victoriosa testa,
y resoplando baja la pedregosa cuesta.
Entre un claro de cielo del boscaje sonoro,
la "chiltota" atraviesa como un vislumbre de oro...
Un eco de canciones en el silencio vaga...
Un arrebol lejano sobre el charco se apaga ...
Yo no sé qué gracias sugestionadoras
tienen estos pueblos de casitas blancas,
llenos de arboledas, llenos de barrancas
y muchachas frescas y madrugadoras ...
Quietos pueblecitos, donde la campana
de la vieja iglesia canta de alegría
cuando tras las cumbres de la serranía,
llena de rubores ríe la mañana ...
Yo no sé qué gracias llenas de candores
tienen estos pueblos plácidos y quietos
donde las abuelas duermen a sus nietos
dentro las hamacas de los corredores...
Dulces pueblecitos donde las cigarras
cantan en los claros días abrileños,
mientras a la lumbre de amorosos leños,
ritman sus tonadas trémulas guitarras.
Plácidos rincones donde la existencia
corre mansamente, como un agua pura;
donde hasta los vientos, plenos de frescura,
llevan en sus alas notas de inocencia...
Yo no sé qué encantos sugestionadores
tienen estos pueblos, blandos como un nido,
donde el dulce olvido, donde el dulce olvido,
pone un manto rosa sobre los dolores...
LA MAÑANITA
Entra en mi ventana
la luz de la aurora.
¡Qué linda está ahora
la rubia mañana!
Todo lo que abarco,
montes, lejanía,
lo encierra en su marco
la ventana mía.
Camino del río
van las bañadoras.
¡Qué lindas auroras
tiene mi bohío!
Entra con el rayo
de la luz temprana,
toda la galana
música de mayo;
¡música sin leyes,
celestiales trinos,
cánticos divinos
con mugir de bueyes!
Y con las inciertas
charlas de las brisas,
suena entre las huertas
¡cascabel de risas!
(Y entra en mi ventana
la luz de la aurora.
¡Qué linda está ahora
la rubia mañana...!)
Pues tu luz evita
mis melancolías,
ten muy buenos días,
rubia mañanita...
CON EL ALMA DESCALZA
¡La angustia despiadada
de presentir que todo ha sido vano...!
(Yo deshojé rosales con mi mano,
por tal de que su planta bienhadada
no se hiriera en la piedra...)
Yo me he quitado el alma y la he tendido
sobre un muro de olvido,
como un manto de hiedra...
Déjame que me enferme...
Por no turbar la calma, junto a ella
lo que sería sol, será una estrella...
Por no turbar su calma,
arroparé mi anhelo entre mi alma,
y él, será como un niño que se duerme...
Seré como una queja
que va descalza sobre alguna alfombra...
Seré como una sombra
que se aleja por seguir otra sombra ...
Ella tendrá alegría entre su boca...
Ella será una lira...
Y yo una suave mano que la toca,
y un viento que suspira...
¡Torre de flores que en mis parques se alza!
¡Corazón que entre rosas se ha dormido!
¡Con tal de no hacer ruido,
sobre las piedras mi alma irá descalza..
LOS POTROS
Ya se acercan los potros; raudamente precisa
el grupo sus contornos de estética salvaje;
entre el pálido rosa del lánguido paisaje
corren desenfrenados, a la par de la brisa.
Los potros ya se acercan: mas lo hacen tan aprisa,
que parece volaran sobre el quieto paraje;
desplázanse los cascos en fantástico viaje
atrás dejando chozas de silueta imprecisa. . .
Huracanadamente por los llanos nativos,
van devorando leguas los potros fugitivos,
por burlar los afanes de inútil seguimiento;
como una sombra alada pasan ante nosotros,
y los recios gañanes, en fuga tras los potros,
describen con los lazos rúbricas en el viento...
LOS OJOS DE LOS BUEYES
¡Los he visto tan tristes, que me cuesta pensar
cómo siendo tan tristes, nunca puedan llorar! ...
Y siempre son así: ya sea que la tarde
los bese con sus besos de suaves arreboles,
o que la noche clara los mire con sus soles,
o que la fronda alegre con su sombra los guardo. .
Ya ascendiendo la cuesta que lleva al caserío.
entre glaucas hileras de cafetos en flor...
o mirando las aguas de algún murmurador
arroyuelo que corre bajo un bosque sombrío.
¿Qué tendrán esos ojos que siempre están soñando
y siempre están abiertos?...
¡Siempre húmedos y vagos y sombríos e inciertos,
cual si siempre estuviesen en silencio implorando!
Una vez, en la senda de una gruta florida
yo vi un buey solitario que miraba los suelos
con insistencia larga, como si en sus anhelos
fuera buscando, ansioso, la libertad perdida ...
Y otra vez bajo un árbol y junto a la carreta
cargada de manojos, y más tarde en la hondura
de una limpia quebrada, y en la inmensa llanura,
y a la luz de un ocaso de púrpura y violeta
¡Siempre tristes y vagos los ojos de esos reyes
que ahora son esclavos! Yo no puedo pensar
cómo, siendo tan tristes, nunca puedan llorar
los ojos de los bueyes...
ACUARELA SALVAJE
Es el toro. Tan negro, que causa la impresión
de una bella escultura cincelada en carbón.
Sobre el repecho yergue su indómita arrogancia,
mientras todo un boscaje le rinde su fragancia...
Se oye una algarabía de urracas y de loros
en la tarde (princesa que se desmaya entre oros).
Entre policromías y entre bellezas tantas,
todo el bosque es murmullos, todo el bosque es gargantas...
En los bejucos saltan pájaros de áureas colas,
y la charca se amansa, dormida, entre corolas.
Sobre la flor que aroma, sueña la flor que vuela:
tal es la mariposa que está sobre la umbela.
El del repecho mueve de pronto su figura:
sus ojos son relámpagos en una noche oscura...
¿Algo espera? ¡Algo espera! Lo dice su mirada
que en lo negro fulgura como una llamarada
Ruido como de un trote se oye lejano, sordo ...
De los guayabos vuelan dos palomas y un tordo ...
Vuélvese el del repecho. Sobre el negro testuz,
pone un fulgor sangriento la moribunda luz.
Por fin, entre malezas tupidas y apretadas,
despuntan cuatro cuernos, que es decir cuatro espadas...
Avanza una pareja:
es un toro con manchas y una vaca bermeja...
El del repecho embiste con ímpetu salvaje.
Un gran fragor de cuernos emociona el paraje...
Cornadas por cornadas, bramidos por bramidos ...
Todo el bosque es silencio. Todo el bosque es oídos ...
No ceden hasta que uno dóblase en el repecho...
¡un gran clavel sangriento le condecora el pecho!
El negro toro yergue su victoriosa testa,
y resoplando baja la pedregosa cuesta.
Entre un claro de cielo del boscaje sonoro,
la "chiltota" atraviesa como un vislumbre de oro...
Un eco de canciones en el silencio vaga...
Un arrebol lejano sobre el charco se apaga ...
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